Saludos!
Buena Prensa, Buen Mundo!
Una sugerencia para el presidente iraní
Por: Ariel Segal
Si el presidente iraní desea insistir en su postura respecto de Israel, quizás le convenga considerar las siguientes sugerencias.
Insiste usted, presidente Ahmadineyad, en deslegitimar el derecho del pueblo judío a un Estado en parte de las tierras en donde sus antepasados fundaron una monarquía hebrea y luego el reino de Judea con Jerusalem como capital - por eso a los descendientes de sus habitantes se les llama “judíos”, Señor Presidente. Pero ahora, para disimular sus intenciones genocidas de “borrar a Israel del mapa”, intenta disfrazar la idea como un gesto humanitario sugiriendo a los europeos que se deslastren de sus culpas con los judíos ofreciéndoles un país en su continente.
Resulta, Señor Presidente (y me dirijo así a usted, no tanto porque me complico un poco con su nombre, sino porque su estilo me recuerda al del autócrata de la novela de Miguel Ángel Asturias), que su pueblo, el iraní, es en su mayoría persa y eso significa que tiene su origen en pueblos indoeuropeos que conquistaron a los asirios en el siglo 6 A.C., creando su primer reino aproximadamente 5 siglos después de que los antiguos judíos comenzaran a habitar en lugares donde hoy se encuentra buena parte del Estado de Israel.
Nadie le pide a su pueblo, Sr. Presidente, que regrese al suroeste de Asía de donde originalmente vienen, como tampoco a nadie se le ocurre decirle a los árabes que hoy viven en el Medio Oriente y en el norte de África que vuelvan a la Península Arábiga, desde donde se expandieron en el siglo 7 D.C, hacia los lugares en donde hoy habitan. El Islam, la religión actual que su régimen hoy tiene como ideología, llegó a su país también con los árabes.
Debería entonces, por coherencia, pedirle a los árabes dejar sus actuales territorios en posesión de los pocos descendientes originales de esas zonas, como por ejemplo tribus negras africanas o semitas, ente ellos, los mismísimos judíos. ¡En que contradicciones se mete uno cuando no sabe o manipula la historia, Sr. Presidente!
Las cosas son aun más complicadas, porque si quiere ser tan generoso con los judíos, sepa usted que una de sus comunidades más antiguas, grandes y culturalmente pujantes, fue la de Persia, en donde ocurrieron historias como las narradas en libros bíblicos de Ester, Ezra, Nejemías y Daniel. En ese caso, quizás la invitación para establecer un Estado Judío debería ser en su propio país, que también, en determinadas etapas históricas persiguió y oprimió a sus judíos, ya que usted sugiere a los europeos liberarse de sus culpas por similares razones.
Desde el siglo 19, miles de judíos de su territorio emigraron a la Palestina Otomana y luego a la Británica, abandonando Irán por el maltrato que recibieron de sus antepasados y en ese entonces, sus tatarabuelos, como ocurrió en Europa, les gritaban: “¡Judíos, váyanse a Palestina!”. Y muchos ciertamente lo hicieron. ¡Qué extraño que ahora expresan lo contrario¡ ¿Será que prefiere usted emular al líder árabe de la Palestina Británica, el Mufti de Jerusalem, que en 1941 pactó con Hitler para borrar todos los judíos del mapa?
La lógica fundamentalista
Volviendo con la lógica de sus palabras, Sr. Presidente, a nadie, se le ocurre sugerir a Irán, su nación, algo más lógico que su consejo: retornar a la religión fundada por sus antecesores, el Zoroastrismo, aporte de Persia para la humanidad, y así renunciar al Islam que adoptaron a la fuerza en el siglo 9 y luego en el siglo 16 en su exégesis chiíta, a las buenas, cuando la dinastía Safávida que usted y sus amigos clérigos detestan por haber iniciado la era de los emperadores (Shah) proclamaron como religión oficial. Eso no impide otra contradicción para el régimen de la “Revolución Islámica” que usted representa y que cambió a una tiranía de emperadores por otra de clérigos fanáticos en 1979: que ustedes profundicen la versión del Islam de sus antecesores en el poder.
En conclusión, Sr. Presidente de Irán, sus consejos pueden resultar muy contraproducentes para su país, puesto que si decide usted abrir la mente en eso tan fundamentalista como exigir la vuelta al pasado, como el previo a 1948 cuando se fundó Israel, se vería obligado a desmantelar no sólo a la religión, sino a la actual dirigencia de su nación. Sin embargo, sus sugerencias expresadas con virulencia y odio, amparadas en la arrogancia del poder embriagante que debe sentir usted ante la inminencia de poseer armas atómicas, puede poner en riesgo no sólo a Irán, sino también a sus vecinos, a su región y al mundo entero.
Insiste usted, presidente Ahmadineyad, en deslegitimar el derecho del pueblo judío a un Estado en parte de las tierras en donde sus antepasados fundaron una monarquía hebrea y luego el reino de Judea con Jerusalem como capital - por eso a los descendientes de sus habitantes se les llama “judíos”, Señor Presidente. Pero ahora, para disimular sus intenciones genocidas de “borrar a Israel del mapa”, intenta disfrazar la idea como un gesto humanitario sugiriendo a los europeos que se deslastren de sus culpas con los judíos ofreciéndoles un país en su continente.
Resulta, Señor Presidente (y me dirijo así a usted, no tanto porque me complico un poco con su nombre, sino porque su estilo me recuerda al del autócrata de la novela de Miguel Ángel Asturias), que su pueblo, el iraní, es en su mayoría persa y eso significa que tiene su origen en pueblos indoeuropeos que conquistaron a los asirios en el siglo 6 A.C., creando su primer reino aproximadamente 5 siglos después de que los antiguos judíos comenzaran a habitar en lugares donde hoy se encuentra buena parte del Estado de Israel.
Nadie le pide a su pueblo, Sr. Presidente, que regrese al suroeste de Asía de donde originalmente vienen, como tampoco a nadie se le ocurre decirle a los árabes que hoy viven en el Medio Oriente y en el norte de África que vuelvan a la Península Arábiga, desde donde se expandieron en el siglo 7 D.C, hacia los lugares en donde hoy habitan. El Islam, la religión actual que su régimen hoy tiene como ideología, llegó a su país también con los árabes.
Debería entonces, por coherencia, pedirle a los árabes dejar sus actuales territorios en posesión de los pocos descendientes originales de esas zonas, como por ejemplo tribus negras africanas o semitas, ente ellos, los mismísimos judíos. ¡En que contradicciones se mete uno cuando no sabe o manipula la historia, Sr. Presidente!
Las cosas son aun más complicadas, porque si quiere ser tan generoso con los judíos, sepa usted que una de sus comunidades más antiguas, grandes y culturalmente pujantes, fue la de Persia, en donde ocurrieron historias como las narradas en libros bíblicos de Ester, Ezra, Nejemías y Daniel. En ese caso, quizás la invitación para establecer un Estado Judío debería ser en su propio país, que también, en determinadas etapas históricas persiguió y oprimió a sus judíos, ya que usted sugiere a los europeos liberarse de sus culpas por similares razones.
Desde el siglo 19, miles de judíos de su territorio emigraron a la Palestina Otomana y luego a la Británica, abandonando Irán por el maltrato que recibieron de sus antepasados y en ese entonces, sus tatarabuelos, como ocurrió en Europa, les gritaban: “¡Judíos, váyanse a Palestina!”. Y muchos ciertamente lo hicieron. ¡Qué extraño que ahora expresan lo contrario¡ ¿Será que prefiere usted emular al líder árabe de la Palestina Británica, el Mufti de Jerusalem, que en 1941 pactó con Hitler para borrar todos los judíos del mapa?
La lógica fundamentalista
Volviendo con la lógica de sus palabras, Sr. Presidente, a nadie, se le ocurre sugerir a Irán, su nación, algo más lógico que su consejo: retornar a la religión fundada por sus antecesores, el Zoroastrismo, aporte de Persia para la humanidad, y así renunciar al Islam que adoptaron a la fuerza en el siglo 9 y luego en el siglo 16 en su exégesis chiíta, a las buenas, cuando la dinastía Safávida que usted y sus amigos clérigos detestan por haber iniciado la era de los emperadores (Shah) proclamaron como religión oficial. Eso no impide otra contradicción para el régimen de la “Revolución Islámica” que usted representa y que cambió a una tiranía de emperadores por otra de clérigos fanáticos en 1979: que ustedes profundicen la versión del Islam de sus antecesores en el poder.
En conclusión, Sr. Presidente de Irán, sus consejos pueden resultar muy contraproducentes para su país, puesto que si decide usted abrir la mente en eso tan fundamentalista como exigir la vuelta al pasado, como el previo a 1948 cuando se fundó Israel, se vería obligado a desmantelar no sólo a la religión, sino a la actual dirigencia de su nación. Sin embargo, sus sugerencias expresadas con virulencia y odio, amparadas en la arrogancia del poder embriagante que debe sentir usted ante la inminencia de poseer armas atómicas, puede poner en riesgo no sólo a Irán, sino también a sus vecinos, a su región y al mundo entero.
Si quiere borrar países del mapa, cómprese un atlas y comience a despintar al croquis de aquellos que no le gusten antes de que sea demasiado tarde para el desastre que está gestando. Es una sugerencia que quizás le convenga considerar, Sr. Presidente.