domingo, febrero 25, 2007

El Tercer Mundo y el Sionismo

Aquí les dejo un texto muy didáctico sobre las relaciones entre Israel, el Sionismo y el Tercer Mundo. Fue escrito en Agosto del 2001, pero no pierde vigencia.

Saludos,
Buena Prensa, Buen Mundo!


El tercer mundo y el Sionismo, una pareja dispareja

Otra vez se vuelve a hablar, en algunos pasillos, de la posibilidad de declarar en la ONU que "sionismo es igual a racismo". La resolución de 1975 tuvo muy preocupadas a las comunidades judías del mundo, probablemente de modo exagerado. Contra esa resolución y a la vez contra las exageraciones acerca de sus efectos y alcances, nos calma los nervios nuestra profe de historia.


-Sharona, necesito que me calmes la histeria. Se corren rumores de una movida para restituir la vieja equiparación "sionismo = racismo" en la ONU, votada en 1975 y revocada hace poco. ¿Qué nos podés decir del asunto?

-Primero, que la histeria es mala consejera, Marcelo. De acuerdo con la reglamentación de la ONU, no se puede volver a sancionar una resolución que fue revocada. Pero de todos modos, si se llegara a hacer por algún artilugio, el modo de combatirlo es con la cabeza fría y no con histeria.
El mundo judío a veces atribuye demasiada envergadura a actos simbólicos de la ONU. No digo que la ONU carezca de importancia, pero tampoco creo que me tenga que preocupar demasiado lo que dice una colección de países no democráticos. Me importa mucho más cuando una organización como Amnesty International critica a Israel por su política de derechos humanos, porque sí veo a Amnesty como una organización que vela por los derechos humanos y me importa lo que dice. Y lo que tiene que decir lo dice tanto sobre Israel como sobre los países árabes. En cambio, no veo a la ONU como la cúspide de la justicia internacional. Nunca lo fue.

-En realidad, siempre fue un organismo bamboleado por intereses de los países que lo conforman, pero esa ya es una verdad de Perogrullo.

-Sí, pero veamos qué significa. La ONU ha emitido numerosos estatutos y resoluciones carentes de sentido. El de 1975, que equiparaba a sionismo con racismo fue producto de la Guerra Fría, antes que nada. Y pido por favor a mis lectores judíos no extasiarse con la judeofobia e intentar ver este tema en un contexto político más amplio. Dejemos a un lado el "¡Ay, los goim (Nota de BP: los no-judíos) nos quieren matar!" y vamos a ver lo que pasó ahí.
Israel sirvió, lo queramos admitir o no, justificadamente o no, de aliado fiel a la política norteamericana durante los años '70. Quiero destacar que en Israel hubo una discrepancia de opinión muy grande entre David Ben Gurión y Moshé Sharet en los años '50 con respecto a la actitud israelí para con los Estados Unidos. Justamente Moshé Sharet perdió tristemente frente a Ben Gurión. Sharet quiso adoptar una actitud neutral. Pero Ben Gurión era acérrimamente pro-yanqui. Lo cual iba a imbricar a Israel en una maraña pro-yanqui que Israel pudo haber evitado en alguna medida pero en cierta medida no. Pues de todos modos Israel necesitaba un aliado. La idea de Sharet era acercar a Israel más al Tercer Mundo y así disipar la presión árabe sobre el mismo, e indirectamente sobre Israel. Yo creo que fue una excelente idea, que nunca se concretó.
Tristemente la política de Ben Gurión ganó, e Israel se vio hiperidentificado con los EE,.UU. lo cual facilitó que muchos países del Tercer Mundo, en particular muchos países africanos, que fueron muy presionados por el cartel del petróleo árabe, se sometieran a la presión de los países árabes no democráticos. Y, en 1975, cuando ya todo el mundo había claudicado ante el chantaje a partir de la crisis petrolera de 1973, la votación fue para ellos muy fácil. El chantaje fue encabezado por los capitalistas árabes de Arabia Saudita. Pero países como México también se plegaron. México votó vergonzosamente a favor de la resolución, si bien es cierto que después se disculpó. Pero eso fue obra de un partido gobernante muy antidemocrático, el PRI, que ha sido recientemente desalojado del poder.
Pero también hay que recalcar que muchos países se rindieron a este chantaje por necesidad, pero además porque era muy fácil identificar a Israel con los Estados Unidos, dado que los dos países adoptaron casi siempre la misma política. Estados Unidos fue siempre y prácticamente el único baluarte diplomático de Israel. Ninguno de los países árabes estaba interesado en esa época en llegar a la paz con Israel, con la posible única excepción de Egipto, cuyo esfuerzo para llegar a un acuerdo de paz con Israel ya había sido rechazado por Golda Meir en 1972.
En palabras simples: obviamente la Liga Arabe tenía su propia agenda, pero esta agenda no nos tiene que preocupar tanto. Marcelo, si cada vez que tú lees que la Liga Árabe condena a Israel vas a llorar, vas a empezar a gritar "¡Socorro, los judeófobos nos quieren matar!", no vas a terminar más. Lo cierto es que sus condenas a Israel tienen tanto valor como sus declaraciones de apoyo a los palestinos: ninguno.

-Entonces sería mejor, más allá de ese voto coyuntural, analizar a fondo la actitud del Tercer Mundo para con el sionismo.

-Sí, y de eso vamos a hablar: por qué se ve el sionismo como racismo, y por qué fue visto siempre el sionismo, en el movimiento marxista, como algo contrarrevolucionario.

-Yo empezaría por la pregunta del millón: siendo el sionismo el "movimiento de liberación nacional del pueblo judío"...

-O por lo menos así le gusta definirlo a Hashomer Hatzair, en realidad también a Betar.

-¡Pero lo es!

-Está bien, por lo menos te hace bien decirlo…

-Sharona, no conviertas esto en nuestra primera pelea "en cámaras". El sionismo es el movimiento de liberación nacional del pueblo judío como los palestinos tienen su propio movimiento de liberación nacional.

-Cosa que también nos deja la conciencia tranquila al decirlo. Porque no nos olvidemos que la OLP fue un invento de un egipcio, el dictador Gamal Abedel Nasser en 1964 .

-¡Qué importa quién lo inventó! El movimiento de liberación nacional existe a ambos lados, sus estructuras son siempre inventos artificiales, pero que responden a necesidades históricas. Vos solamente me estás provocando.

-Por supuesto, por fin te diste cuenta…

-Bien. Entonces, la pregunta es: si el marxismo, al menos en su versión tercermundista, apoya a los movimientos de liberación nacional y la autodeterminación de los pueblos, ¿por qué resulta para ese marxismo, que todos los pueblos merecen su autodeterminación menos el judío?

-¿Tú estás seguro que los judíos son un pueblo?

-Ahí vas otra vez. Tanto y hasta más que los palestinos.

-¿Y cómo estás seguro que los palestinos son un pueblo? ¿Porque te lo dice su propaganda, como te lo dice la propaganda sionista respecto del pueblo judío?

-¿Y vos cómo estás segura que los kurdos, o los indios mapuches son un pueblo?

-¡¡Ah, no! ¡A los mapuches no me los toques! ¡Ellos sí son un pueblo!

-¿Y por qué? ¿Porque te tragaste su propaganda? Sharona, todos los pueblos son creaciones artificiales, como toda creación cultural humana. Vos como antropóloga lo sabés bien y otra vez me estás provocando.

-Muy bien, pero ahí has tocado un punto clave. El movimiento tercermundista como tal jamás ha apoyado la causa kurda. Pregúntame por qué.

-Está bien. ¿Por qué?

-Gracias. Los kurdos son un pueblo con una historia establecida, escrita desde el siglo XII. Tuvieron reinos independientes en la zona norte de Irak, occidental de Siria y sureña de Turquía durante los últimos 800 años. Pero tristemente en el año 1917, en la gran contienda imperialista los kurdos se quedaron sin país a causa de cómo los franceses y los ingleses dibujaron el tema. La causa kurda, sin embargo, no fue apoyada jamás por ningún movimiento tercermundista, porque no sirve a la causa de ningún dictador del Tercer Mundo. O sea, si apoyar a los kurdos sirviera a la causa del dictador Equis en el Movimiento de Países No Alineados, sí los hubieran apoyado. Pero los kurdos se encontraron atrapados entre países que se jactaban ellos mismos de ser países tercermundistas. Entonces, en el Movimiento de Países No Alineados, que no es más democrático que el movimiento imperialista que lo engendró, los kurdos siempre salieron perdiendo. Es más, el sólo hablar de los kurdos es visto por ellos como un apoyo al imperialismo, cosa absurda, porque tal como Turquía, Siria e Irak nacieron, son de los países más imperialistas del Medio Oriente. Pero no, no se puede defender el derecho de autodeterminación de los kurdos, no vaya a ser, Marx no lo permita, que hables en contra de un "líder de la justicia y los derechos humanos" como Saddam Hussein, que los masacró sin piedad.
El movimiento tercermundista siempre defendió a los vascos, pero jamás a los catalanes. Y eso es muy interesante, porque los vascos, y que lo sepan también los de la ETA que no lo quieren admitir, nunca pelearon en contra del trono español. Esos eran los catalanes, ¡mi gente! Los vascos, en cambio, pelearon por el control del trono español, no por su propia independencia. Y hubo una serie de guerras, las Guerras Carlistas en el siglo XIX, en que la meta de los vascos era llegar al poder. Pero hoy en día tú puedes leer a numerosos periodistas tercermundistas que apoyan a los vascos como si estuvieran en contra del imperialismo español. ¡Ojalá! Pero quiero destacar que un poquito más de la mitad de los conquistadores españoles, incluyendo al lunático López de Aguirre, cuyo apodo era la Ira de Dios, eran vascos. Esos mismos vascos no titubearon en masacrar a todos los indígenas, pero el tercermundismo los apoya.
Aclaro que estoy hablando de cierto sector del tercermundismo, no del tercermundismo democrático. Yo me considero socialdemócrata que apoya los derechos humanos en el Tercer Mundo, pero el Movimiento Tercermundista no es democrático, es la misma historia que el movimiento imperialista. Si vamos a apoyar el derecho de autodeterminación de los pueblos, tenemos que apoyar el de todos, y no según una selectividad más que sospechosa.

-¿Hablar del Movimiento Tercermundista es lo mismo exactamente que el Grupo de los No Alineados?

-En general sí, pero haciendo una gran diferencia entre tres grandes bloques: Asia, Africa y Sudamérica. Porque en los años '80, muchos países africanos, asiáticos, incluyendo varios países favorables a Israel como Corea del Sur, y muchísimos países sudamericanos, como Guatemala, o como la opinión pública de México, si bien no el partido oficial, mucha opinión pública argentina, el Uruguay, Costa Rica, se volvieron hacia Israel. Sus intelectuales dijeron –como Carlos Monsiváis en México, Ernesto Sábato en la Argentina, y Miguel Angel Asturias en Guatemala-: no somos Tercer Mundo; somos Cuarto Mundo. Porque nosotros estamos siendo presionados por el bloque del petróleo árabe, que está controlando también a los países más pobres dentro del Tercer Mundo. Como lo dijeron Sábato y también Jean Paul Sartre, que era pro-israelí: ¿qué tiene que ver un pobre campesino en Guatemala con un riquísimo caudillo del petróleo en Arabia Saudita? ¡Nada!
Pero los No Alineados en el fondo traicionaron a sus propios pueblos, porque sus líderes no eran democráticos. Eran Nasser en Egipto y Tito en Yugoslavia, que eran tan dictadores como Pinochet y Galtieri.
En la visión de gente como Nasser y Tito, el sionismo era una fuerza malévola, no por lo que era el sionismo en sí. ¿Tú crees que Nasser se quedaba en vela leyendo la historia judía? El no trabajaba en la Sojnut, no tenía que leer todo ese material aburrido. El tenía una meta política, impulsar la causa egipcia por medio de impulsar su propia clase social. Nasser era blanco, lo cual en la sociedad egipcia significaba estar en la cúspide del poder. El no ayudó para nada al pobre egipcio, por el contrario empobreció a ese pueblo del Tercer Mundo. El sionismo le sirvió a Nasser, tal como les sirve hoy en día a muchos líderes fundamentalistas para desviar la rabia del pueblo hacia un blanco falso: que una vez que destruyamos a Israel ya no habrá más problemas. Honestamente, si me preguntas, creo que la mayoría de los líderes árabes tienen un miedo infernal que Israel desaparezca. No me sorprendería que mandaran donaciones secretas a la WIZO. Porque el día que Israel deje de existir, tendrán que enfrentar de verdad el problema de la pobreza en sus países, y es lo último que quieren hacer.
En cuanto al sionismo, fuera de los años '40, cuando se presentaba como fuerza que luchaba contra el imperialismo, en las décadas siguientes se identificó casi univalentemente con los Estados Unidos. No fue un movimiento antiimperialista como lo fue el Vietcong en Vietnam. El sionismo era visto como un apéndice más de la gran fuerza imperialista que es EE.UU. Yo nunca voy a negar que EE.UU. es una fuente asquerosa de imperialismo. Lo que agrego es que la URSS no lo fue menos, ni tampoco dejó de serlo la China. Ve a preguntarle a un tibetano.

-Empecemos por el principio. Marx tampoco tiró muchas flores al sionismo.

-Más bien tiró bosta. Marx mantuvo una correspondencia interesante con otro gran pensador judío, un socialista democrático no marxista de nombre Moshé Hess, un precursor del sionismo que de hecho era también judío ortodoxo, que en la década del '40 del siglo diecinueve intentó convencer a Marx de la necesidad de reestablecer un hogar nacional judío. Eso sin ir en detrimento de los derechos de los árabes que poblaban la entonces Palestina.
Marx escuchó las ideas de Hess, pero mal que les pese a mis amigos de Hashomer Hatzair, jamás estuvo de acuerdo con él. Lo único que Marx escribió a favor de los judíos –estaba contaminado con mucho autoodio- fue un ensayo de la opresión de los judíos a manos turcas en Jerusalem. Pero esa condena a la discriminación turca de los judíos sefardíes no significa que estuviera a favor de un hogar nacional judío. El no veía en los judíos un pueblo. Y dijo claramente que la solución para el problema judío era la asimilación total. Lo dijo y hay que tragarlo. Sobre el sionismo no dijo nada porque no existía el término.

-Entonces, si Marx jamás habló en contra del sionismo como movimiento, ¿por qué el marxismo después de Marx siempre va a ver al sionismo como imperialista y nacionalista?

-Ahí tenemos que tener cuidado, para no caer en la trampa de ciertos judíos neofascistas que ven en el marxismo la fuente de todo mal. Marx fuera de eso tuvo ideas hermosas. Y de hecho muchos sionistas marxistas, como Ber Borojov, que sí fue un gran pensador –ahora los de Hashomer Hatzair se deben sentir mejor- dijeron que, fuera de las muchas idioteces que escribió Marx sobre los judíos, tuvo verdaderos brotes de brillantez. Y es cierto, estoy de acuerdo con ellos.
En cuanto a los marxistas, vamos de nuevo a Vietnam. Ho Chi Min, el gran fundador del comunismo y nacionalismo vietnamitas, el hombre que dirigió la lucha contra el imperialismo japonés en los años '40 y contra el francés en Indochina en los años '50 y el que fundó el famoso Vietcong, la primera organización armada que derrotó a Estados Unidos, convirtiéndose en mis héroes para siempre, el mismo Ho Chi Min fue al principio un entusiasta admirador de David Ben Gurión. Y la admiración fue mutua. Si ustedes leen la autobiografía de Ben Gurión verán que en los años '40, cuando Ben Gurión abogaba, en toda su tupida correspondencia con líderes mundiales, por la causa sionista, Ho Chi Min le ofreció un pedazo de tierra en Vietnam para los judíos, hasta que lograran reestablecerse en Palestina. ¿Qué tal?

-Porque Ho Chi Min era coherente: apoyaba el derecho de autodeterminación de todos los pueblos, no sólo de los que le caían simpáticos a ciertos grupos marxistas de universidad latinoamericana.

-Sí, pero ¿qué pasó después? Golda Meir, que no fue precisamente una de nuestras líderes más brillantes, en 1970 comenzó a impulsar el apoyo israelí a los norteamericanos en Vietnam. Fue un apoyo innecesario, Israel podía haber permanecido neutral sin que eso menoscabara sus relaciones con Yanquilandia. ¿Resultado? Todo el movimiento nacional vietnamita se volcó en contra de Israel. Obviamente, en todos los congresos internacionales, a partir de los años '70, Vietnam se mostró antiisraelí. Discúlpenme, pero aquí nosotros compartimos algo de la culpa. Es cierto que la equiparación del sionismo con el racismo es el producto de un pensamiento dictatorial que no tiene nada que ver con lo que es el sionismo en verdad, de parte de demagogos que tampoco quieren ayudar a sus pueblos. Pero en lo que a Israel respecta, más de una vez nos hemos disparado en nuestro propio pie.
Del otro lado tenemos a Japón, por ejemplo, contra el cual Israel nunca hizo nada, que de repente en los años '70 empezaron a entretenerse también con la idea de que el sionismo es racismo. No porque se hayan sentado a pensar en la tragedia del pueblo palestino, sino porque el Japón estaba supeditado en un 99% según la estadística japonesa, a la OPEP.
Es la ironía de esta historia: por un lado un comunista radical como Ho Chi Min apoyando la causa sionista, y un país capitalista e imperialista atacando a Israel. Entonces, vemos que las cosas no son tan simples. Eso va también para muchos educadores judíos que pintan todo el cuadro de blanco y negro.

-¿Qué nos podés contar de Sudamérica?

-Ahí voy a tocar un tema penoso, porque hay muchos movimientos sionistas que todavía ven en la revolución cubana un modelo. Lamentablemente, Israel ha tenido la tendencia de ignorar la situación de los derechos humanos en Sudamérica. Lo mismo cabe decir de nuestros primos los árabes. Arabia Saudita, junto con Israel, vendieron armas a la Argentina durante la dictadura militar. Siria siempre ha apoyado elementos neofascistas, eso no es novedad. Israel ha mandado ayuda al ex presidente peruano Fujimori, del mismo modo como ahora está ayudando al nuevo presidente democrático Toledo, cuya esposa es judía. Y nuestro querido Yaser Arafat siempre ha tomado parte activa apoyando a varias dictaduras en Sudamérica que se le mostraban favorables, desde Pinochet hasta los sandinistas en Nicaragua, que violaron los derechos humanos tanto como el chileno, como cuando masacraron a los indios mizquitos. O sea que todo el Medio Oriente, con respecto a Sudamérica, es un prostíbulo, donde los palestinos son las mismas rameras que los israelíes.
¿Qué pasa con Cuba y el sionismo? ¿Cuántos janijim (Nota de BP: janijim podría traducirse imperfectamente como "alumnos") de Hashomer y de Habonim han crecido con la imagen del Che Guevara colgada en sus sedes y en sus cuartos? El tema es complicado.
Empecemos por recalcar que Fulgencio Batista era un dictador execrable y había que derrocarlo. Una vez derrocado, hubo un sector de judíos antidemocráticos que huyeron a Miami, no porque temieran otra dictadura, pues la dictadura anterior no les había importado mucho, sino por temor a perder sus posiciones económicas. Pero la mayoría de los judíos se quedaron en la isla, y al principio estuvieron muy dispuestos a colaborar con Fidel y su ayudante Che Guevara.
Castro, interesantemente, mantuvo relaciones con Israel aun después de 1967, a pesar que la URSS presionaba a todos sus satélites a romper relaciones con nosotros. A Castro no le convenía hacerlo, Israel mandaba muchísima ayuda agrícola a Cuba en los años '60. Digamos que Castro, con respecto al sionismo, no mantuvo ninguna línea.
Su ayudante, el guapísimo Che Guevara, era bastante oportunista, tanto con respecto al sionismo como con respecto a los palestinos. Por ejemplo, hubo un centro juvenil judío en La Habana que, hasta hace muy poco, tuvo una bandera firmada por el Che Guevara con la dedicatoria: "Para mis amigos en el movimiento revolucionario marxista sionista". Con eso se convirtió en el ídolo de los judíos.
Hay que destacar que el mismo Che Guevara tuvo varias reuniones con líderes de los palestinos en Argelia, a principios de la década del '60 (antes que se fundara la OLP), y los palestinos señalan esto como ejemplo de la gran simpatía que tuvo el Che con ellos. Es decir que en ese sentido el Che Guevara volaba hacia donde soplaba el viento. O sea, brindo con los judíos, brindo con sus enemigos. Al final no se comprometió con nadie.
Cuando Cuba finalmente rompe relaciones con Israel, en la época de la Guerra de Iom Kipur, 1973, no fue porque Castro se hubiera despertado un día y dicho "Oh, estoy decepcionado con Israel", sino por la presión soviética. (Nota de BP: sin embargo la URSS cayó y Cuba sigue con su politica oficial antisionista)
Hace cinco años Castro tuvo una reunión más que cálida con el entonces presidente del Estado de Israel, Ezer Weizmann. Lo abrazó en una fiesta organizada por Nelson Mandela, que había invitado a todos sin distinción. Castro parecía más judío que Weizmann, para mí Castro es parecido al rebe de Lubavitch. Y ahí seguro que hubo más de uno que pensó que Castro en el fondo nos quiere.
Lo que quiero decir es que detrás de la idea de equiparar sionismo con racismo no siempre se esconde esa temible hidra de muchas cabezas de la judeofobia. Hay intereses políticos. Yo les estoy pidiendo a mis lectores que puedan comprender la parte maquiavélica del asunto si es que quieren combatir el día de mañana una equiparación estúpida. Pero si lo siguen viendo como vestigio del nazismo, perdón, pero están equivocados. (Nota de BP: si bien la motivación puede ser de índole política, eso no quita el hecho de que el antisionismo es una manifestación judeofóbica. Por otra parte habría que diferenciar las agresiones y demonización política e ideológica que se emprende contra Israel de la lectura e intepretación que hacen los pueblos de dicha demonización. Puede que los políticos no sean judeofóbicos y simplemente saquen rédito de estos ataques. Pero el mensaje que le transmiten a su pueblo sí es judeofóbico y refuerza ideas preconcebidas de los judíos. Basta con leer en foros los comentarios de muchos antisionistas, comentarios que rozan lo antisemita. Para hacer una analogía: si hoy estuvieramos en el 1930 tranquilamente podríamos decir que detras del nazismo hay intereses políticos. Sin embargo eso no quita que el nazismo sea una ideología judeofóbica.)

-¿Vamos al África?

-Oh, allí el cuadro es igualmente complicado. Los que abogan por el "todos nos odian" hablan de Idi Amín, el loco dictador de Uganda que apoyó a tantas organizaciones terroristas. Pero algo que nadie quiere recordar es que Idi Amín fue entrenado por las fuerzas aéreas y los paracaidistas israelíes en los años '60. Hasta los años '70 llevó la insignia de los "Tzanjanim", los paracaidistas hebreos, sobre su uniforme. Fue una gran vergüenza para Israel cuando este gran supuesto amigo de Israel se volcó para el lado de los árabes. No lo hizo porque le importara el pueblo palestino, sino una vez más por la presión imperialista del petróleo. Pero no siempre fue un monstruo para nosotros; en todo caso nosotros ayudamos a crear ese monstruo.
Tampoco podemos tildar a todos los países africanos como antisionistas. El vecino de Idi Amín, Jomo Kenyata, el gran arquitecto del nacionalismo africano, en Kenya, en el Cuerno Africano, un líder aun más grande que Mandela, era un gran amigo de Israel. Era tan amigo, que cuando la fuerza imperialista de la OPEP –y repito adrede que es una fuerza imperialista y capitalista, porque no distribuye nada entre sus pueblos árabes- obligó a todos los países africanos a romper relaciones con Israel a raíz de la entrada israelí en Egipto en la Guerra de Iom Kipur, Kenyata no pudo resistir, pero enfatizó públicamente que mantendría sus relaciones económicas y culturales con Israel. Y cuando Israel decidió rescatar a los rehenes de Entebbe, sabemos que Israel lo pudo hacer únicamente después de conseguir el beneplácito de Jomo Kenyata para recargar de combustible sus aviones en Kenya, sobrevolar su espacio aéreo, etc.
Andrew Young, el primer embajador norteamericano negro en la ONU, que también mantuvo diálogos con palestinos e israelíes para que lleguen a un acuerdo, hizo una gira por todos los países africanos en 1978 instándolos a reanudar sus contactos con Israel. A raíz de esta famosa gira, casi todos los países africanos reestablecieron vínculos con Israel. Lo recalco, porque muchas veces citan también a Andrew Young como un famoso personaje antisionista. ¡Una estupidez!
Por eso, si hablamos de intereses de ciertos dictadores en embarrar el nombre del sionismo, no por cosas que Israel hizo sino por sus propios problemas internos e intereses creados, entendemos cómo combatir la idea de "sionismo es racismo". Si lo seguimos viendo, en cambio, como otro brote del gran monstruo antisemita, nos quedaremos atascados en el gueto sin poder articular una respuesta eficaz.

-Muy bien. Para terminar, podemos contestar el punto en sí, más allá de que la acusación sea una patraña interesada. ¿Sionismo es o no es racismo?

-Está bien, por si a alguno le queda alguna duda y para el protocolo. El sionismo como movimiento nacional de liberación del pueblo judío jamás fue racista. No estoy diciendo que todo lo que hace Israel en su conflicto con los palestinos está justificado, pero no se basa en la doctrina racista: no se ataca o se viola los derechos humanos de los palestinos por el solo hecho de ser palestinos, sino en el marco de la dinámica de un conflicto entre dos pueblos que reclaman una misma tierra, y ni el sionismo ni Israel los consideran una raza inferior. Sobre todo, el movimiento que creó a Israel, el sionismo, que indirectamente creó al pueblo palestino como tal, tiene tanto de legítimo como el movimiento por la independencia argentina, o vietnamita. El sionismo es igual al movimiento del Vietcong, al de San Martín. Yo no puedo tildar de dictatorial o racista al movimiento independentista argentino, que fue hermoso, sólo por el hecho de que luego fue seguido por una serie de dictaduras. El problema fue que el movimiento de independencia argentino traicionó los ideales de San Martín. Ojalá Israel pudiera plasmar más y mejor todos los ideales del sionismo. Y ojalá el movimiento nacional palestino reconociera también dónde están sus raíces, pues hasta que los palestinos no entraron en contacto con judíos sionistas –los cuales mostraron un interés enorme hacia la cultura árabe- la conciencia nacional palestina no pudo cristalizar. Tristemente los dos movimientos, que están bien imbricados el uno en el otro, tenían que llegar a un choque, pero aquí el racismo no tiene nada que ver, está tirado de los pelos, como sacado de un viejo libro de leyendas, cuando la historia verdadera es bien otra.
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Como ven, hice un par de comentarios al texto, especialmente en el tema del antisionismo y el antisemitismo (judeofobia). Creo que es acertado señalar que el antisionismo esconde intereses políticos y que no necesariamente detrás de cada político antisionista se encuentra una reencarnación de Adolf Hitler. Sin embargo, resumir el fenomeno antisionista a una mera lucha de intereses políticos tampoco es correcto. El antisionismo tiene algunos fundamentos en el antisemitismo y a la vez el antisionismo sirve de motor y de alimento a la judeofobia.
Por lo demás, me encantó el texto.

sábado, febrero 17, 2007

Libano, Siria e Israel

He aquí otro excelente texto de Gustavo Perednik. Este texto salió publicado en El Catoblepas de Septiembre del 2004. Mucho antes de la Revolución de los Cedros, antes de la Segunda Guerra del Líbano. Por eso lo he rescatado del archivo, para releer el presente teniendo en cuenta el pasado. Aparte de las cuestiones históricas que aclara muy bien, resulta muy interesante el análisis que hace de los medios de difusión, intelectuales y comunidad internacional en general.

Buena Prensa, Buen Mundo!

Estruendoso silencio sobre el Líbano
En su reciente libro España Descarrilada, Gustavo Perednik se extiende acerca de la obsesión europea en criminalizar siempre a un solo país. En este artículo lo ejemplifica con el caso más extremo de una curiosa moralidad: la de quienes se mantuvieron apáticos ante el martirio del Líbano hasta que...

En nuestro artículo anterior nos hemos referido a la cómplice apatía de la Unión Europea frente a las agresiones contra Israel. En éste, complementaremos ese síndrome poniendo de relieve su contrapartida: negar que el país judío pueda ser alguna vez la víctima, fomenta en los medios europeos la imperiosa necesidad de convertir a Israel, a toda costa, en el ubicuo verdugo.

La euromiopía llegó a su éxtasis en el caso del Líbano. Leer la historia de ese país en los últimos treinta años, es casi un ejercicio de novelística kafkiana, sobre todo si se presta atención a la reacción mundial ante cada estadio de esa cronología.

Cuando en 1970 Jordania mató a miles de palestinos y expulsó de su territorio a Arafat y sus secuaces, nadie los defendió, ya que la pretendida solidaridad europea con los palestinos se circunscribe exclusivamente a aquellos casos en los que se puede denostar a Israel.

Los grupos armados palestinos se refugiaron en territorio libanés desde donde, para continuar con sus ataques contra Israel, implantaron lentamente un mini-Estado propio que generó tensiones étnicas.

La población cristiana del Líbano se resentía de la presencia palestina, que ponía en peligro el frágil enlace entre las diversas comunidades de ese país y amenazaba con obligarlo a dejar de ser la única democracia del mundo árabe, para transformarse en una dictadura árabe más, totalitaria e intolerante.

La metamorfosis demandó una década. En su libro La guerra terrorista de Siria contra el Líbano y el proceso de paz (2003), Marius Deeb relata minuciosamente cómo, entre 1974 y 2000, el régimen de los Assad en Siria engulló a su pequeño vecino (cabe consignar que el dominio de esa familia sobre Siria desde 1969 es de por sí una ocupación, ya que pertenecen a una minoría que constituyen un diez por ciento de la población del país).

Cronología de la ocupación

La primera de una larga serie de matanzas contra cristianos, se produjo en el monasterio de Deir Ayach, el 3 de septiembre de 1975, donde palestinos asesinaron a tres monjes, Boutros Sassine, Antoine Tamini y Hanna Maksoud. El mundo no protestó. Los lugareños cristianos que vivían en las cercanías huyeron, y los agresores destruyeron la aldea. Los palestinos liderados por George Habash y Nayef Hawatmeh atacaron asimismo la localidad de Beit Mellat y asesinaron a los aldeanos que cayeron en sus manos.

El siguiente año fue crítico. El 15 de enero de 1976, los palestinos asolaron Kab Elias, una aldea mixta (cristianos y mahometanos) en el valle de Bekaa. Diez días después, dieciséis cristianos fueron asesinados y veintitrés heridos. Los cristianos iniciaron su éxodo a Zahlé, Beirut oriental y Jounieh. En por lo menos dos ciudades, Damour y Jieh, las bandas palestinas cortaron los dedos de niños cristianos para asegurarse de que no pudieran disparar armas. Las iglesias de Damour fueron profanadas y trescientos habitantes masacrados. No hubo protestas.

El 19 de enero, la aldea de Hoche Barada fue enteramente demolida. Otro grupo fundado por palestinos, el Ejército del Líbano Árabe, destruyó la ciudad de Aintours. Tres cabecillas del grupo recibieron la misión explícita de llevar a cabo masacres que sometieran a los cristianos libaneses al Estado en formación de Arafat. Samir Abou Zahr, lideró la masacre en Emir Bechir (donde las víctimas fueron asesinadas mientras dormían), Mostapha Sleiman hizo arrasar la ciudad de Checa, y Moiin Hatoum atacó los cuarteles de Khyam matando a más de treinta soldados libaneses.

Los cristianos solicitaban auxilio de un mundo que permanecía silencioso. Y el vecino del norte, que siempre había descrito al Líbano como su «natural zona de influencia» se regodeaba en oír ese silencio. Las tensiones étnicas se extendieron y los drusos, solidarios con la OLP, comenzaron a hostilizar a los cristianos. Éstos pidieron un alto el fuego, pero el líder druso Kemal Jumblatt no lo aceptó. Con la excusa de ese rechazo, el 31 de mayo Siria invadió el Líbano, esgrimiendo la curiosa explicación de que su presencia protegería a la minoría cristiana de la creciente hostilidad islámica.

Una vez que el ejército de decenas de miles de soldados sirios se hizo fuerte en el país, se lanzó a la operación inversa a la anunciada. En los bombardeos subsiguientes, más de quinientos civiles cristianos fueron asesinados.

Al año siguiente, los sirios mataron a Kemal Jumblatt (16/3/77) y enviaron grupos guerrilleros para someter a las aldeas cristianas, en las cuales más de mil pobladores fueron asesinados. Sólo en Deir Dourit, devastada por completo, murieron doscientos setenta y tres. Ni una palabra de queja en el mundo entero.

1978 fue el año de la apropiación siria del país, y el otrora Líbano independiente moría asesinado. Sami Khatib, instalado por el gobierno sirio como agente de seguridad, fue directamente responsable de la detención, tortura y desaparición de miles de libaneses opuestos a la invasión. Ni una condena, lamento o queja de nadie.

El 27 de junio un escuadrón sirio conducido por Ali Dib arrastró a veinte jóvenes de sus camas en las aldeas de Kaa y Ras-Baalbeck, y los fusiló sin juicio ni acusación alguna. El objeto era el control total de una comunidad en la que pervivía el hábito antisirio de la libertad. Ni la prensa, ni los organismos de derechos humanos, ni ningún país condenaron seriamente el episodio.

El 1 de julio, la milicia privada de Rifaat Assad, hermano del presidente sirio, sitió las zonas que permanecían libres en los suburbios de Beirut y las hizo bombardear durante cinco días y cinco noches, con cañones y morteros, con un saldo de más de sesenta civiles muertos y trescientos heridos. Nada.

En agosto de 1979, los sirios y palestinos destruyeron las aldeas Niha, Deir Bella y Douma, en el Norte. Ni una palabra de nadie. Los sirios y palestinos ya se habían impuesto al país. Entre 1980 y 1981 las brutalidades sirio-palestinas se extendieron para acabar con todo foco potencial de resistencia. El 24 de febrero, el director de la revista Hawadess, Selim Laouzi, fue secuestrado por los sirios camino al aeropuerto, torturado y asesinado, y su cuerpo mutilado fue hallado en el bosque de Aramoun. Nada. El 23 de julio, Riad Taha, presidente de la prensa, fue asesinado en Raouché.

En marzo de 1981, la ciudad cristiana de Zahlé fue bombardeada y la monja Marie Sophie Zoghbi asesinada mientras intentaba socorrer a las víctimas. Dos mil cristianos murieron en los bombardeos que siguieron en Beirut del Este, bajo el mando del palestino Ahmad Ismail. No hubo reacción.

Uno podría pensar que la falta de resistencia de Occidente se debía a que la agresión siria no los afectaba. Craso error. La desidia continuó cuando el ataque los afectó directamente.

El 4 de septiembre de 1981, el embajador francés en el Líbano, Louis Delamarre, fue asesinado por sirios. Francia apenas atinó a convocar a París para consultas a su embajador en Siria. En esto los franceses fueron más rigurosos que los españoles. Cuando en marzo de 1989 las tropas sirias asesinaron al embajador español, Pedro Manuel de Aristegui, junto con su suegro y cuñada, España ni siquiera llamó a consultas a nadie. Pero sigamos con el relato.

En febrero de 1982 los Hermanos Musulmanes desataron una rebelión islamista contra el régimen de Damasco, en la ciudad siria de Hama. Sin ninguna vacilación, el ejército de Assad aisló la ciudad, comenzó su bombardeo generalizado a toda la población, musulmanes y cristianos sin discriminación. Fueron masacradas entre veinte y treinta mil personas. Nada de nada, de nada. No hay condenas. Nadie se conmovía, nadie protestaba. El 24 de mayo, los sirios atacaron la embajada francesa en el Líbano y asesinaron a su secretaria de asuntos comerciales, Anna Comidis y a diez personas más. Créase o no, nada.

Atención: repentinamente, un evento transformó la apatía del mundo ante la destrucción del Líbano en un festival de histeria e ira generalizadas, condenas diarias, Naciones Unidas enfadadas, diarios que trinaban de disgusto.
La culpa es del judío

El 6 de junio de 1982, Israel invadió el Líbano desde el sur. Los aldeanos recibieron a los tanques hebreos como liberadores. Los cámaras no podían creer lo que grababan cuando cristianos libaneses de todas las edades salían de sus casas para ofrecer flores y alimentos a los soldados israelíes.

No somos ingenuos: no había amor mutuo sino intereses en común. La población cristiana creyó que se pondría punto final a la tiranía terrorista sirio-palestina en el Líbano. E Israel había emprendido lo que dio en llamarse Operación Paz para Galilea en respuesta a morteros e infiltraciones de los terroristas palestinos, que ya tenían instalado en el Líbano un poderoso ejército. En uno de esos atentados (marzo de 1978) los milicianos que habían penetrado desde el Líbano, secuestraron dentro de Israel un autobús civil, y mantuvieron como rehenes a treinta y cuatro pasajeros, a los que finalmente asesinaron.

Israel invadió el Líbano a fin de terminar con la agresión que desde allí se ejercía, objetivo que eventualmente consiguió por medio de expulsar a Arafat y su OLP (quienes encontraron refugio en el lejano Túnez) y por medio de instituir una pequeña franja de seguridad en el sur cristiano, en el que se establecieron relaciones cordiales con sus habitantes. En todo momento, los israelíes insistían en que no deseaban ni un palmo de suelo libanés, y que su presencia temporaria allí tenía como único objeto impedir el embate terrorista.

Pero nuestro tema aquí no es la guerra en el Líbano, sino la enfermiza reacción de los medios ante lo sucedido, una que no deja ningún lugar a la duda de cómo Israel despierta cóleras que no se le reservan a ningún otro país.

La iracundia generalizada se focalizó en un tema en particular, y para señalarlo debo continuar un poco más con la cronología de los hechos.

En agosto de 1982, gracias al clima de menor dependencia de Siria que se sentía desde la invasión israelí, el parlamento libanés eligió presidente del país al jefe de la Falange cristiana, Bashir Gemayel. Para los sirios esta osadía era un exceso, sobre todo porque se sabía que Gemayel cooperaba con Israel en la recuperación de la independencia del país.

Un par de semanas después, el 14 de septiembre, en el cuartel de la Falange en Achrafieh, Gemayel fue asesinado por una carga de explosivos colocada por Habib Chartouni, quien pertenecía desde 1977 al partido prosirio capitaneado por Assad Hardane. Los explosivos habían sido suministrados por el jefe de inteligencia siria, Ali Douba. Además del presidente, veintiséis personas murieron en el ataque. Los sirios consideraron a Chartouni un héroe. Los cristianos, no precisamente.

El jefe de la seguridad de la Falange, Elie Hobeika, decidió vengar la muerte del presidente, en los campamentos palestinos de Sabra y Chatila. El 16 de septiembre de 1982, cien falangistas penetraron en los campos y mataron a varios centenares de civiles (las estimaciones varían desde trescientos a quinientos). Los israelíes, en cuya franja de control se hallaban los campamentos, ingresaron en los mismos para detener la masacre. (Nota de BP: esta es la versión israelí. Información distinta hay en el link de Sabra y Chatila extraído de Wikipedia)

Y aquí ocurrió lo insólito en el imaginario europeo. La opinión pública de Europa, que durante siete años se había mantenido cruelmente apática ante el desgarramiento del Líbano día a día, esta vez saltó como un felino y comenzó una diatriba permanente ¡contra Israel! De todos los nombres de aldeas destruidas que incluí en esta crónica, no me cabe duda de que los únicos que resultaron conocidos al lector son los de Sabra y Chatila. Y aunque Hobeika nunca se arrepintió de la matanza, aunque los falangistas la vieron siempre como un acto de aceptable venganza, ni éstos ni aquél jamás fueron reprochados por el mundo, sino Israel, sólo Israel... por no haberlo evitado.

Diez años de guerra en el Líbano y de genocida ocupación siria, se redujeron en la conciencia de Europa a Sabra y Chatila. A esos dos nombres se dedicaron películas y libros, manifestaciones y condenas. Sólo a ese evento de la guerra en el Líbano, le dedicó Alberto Cortez una canción de su repertorio, y Jean Genêt en 1992 un tétrico documental, Cuatro horas en Chatila. A partir de ese episodio, por el hecho de que los judíos no impidieran que árabes cristianos mataran a árabes musulmanes, Israel fue sistemáticamente presentado como un país nazi.

Sabra y Chatila son el libelo de sangre del siglo veinte, un caso más de histeria colectiva destinado exclusivamente a presentar al judío como verdugo. En un artículo de El Periódico español del 23 de marzo de ¡2004! Ángel Sánchez vuelve a acusar a Sharon de Sabra y Chatila. Veintidós años después, algunos periodistas no encuentran más violencia en este mundo que la desatada en aquellos campamentos.

Puede aplicarse a Israel una reflexión de Teodoro Lessing: "Cuando no tenemos 'la conciencia tranquila' con respecto a determinado país, resaltamos lo que haya de malo o indigno en las víctimas de nuestra hostilidad, para justificarla ante nuestro fuero interno. Pues no odiamos a tal país porque sea malo, sino que, porque lo odiamos, lo tildamos de malo."

Pese a todo, Israel y el Líbano firmaron un tratado de paz el 17 de mayo de 1983, del que al poco tiempo Siria exigió su unilateral anulación. Ningún medio de difusión volvió a mencionar jamás ese tratado, que no gozó de la aprobación internacional.

Si el lector aún no está convencido del despropósito, permítame agregarle un dato casi extravagante. Las matanzas entre libaneses no se detuvieron. En septiembre de 1983 más de cien aldeas en la región de Chouf fueron limpiadas étnicamente de cristianos por tropas drusas.

En mayo de 1985, milicianos musulmanes atacaron nuevamente el campo de refugiados de... ¡Chatila! De acuerdo con datos oficiales de las Naciones Unidas, asesinaron a seiscientos treinta y cinco personas y dejaron a más de dos mil quinientos heridos. Nadie se quejó. Alberto Cortez no cantó y las Naciones Unidas no se reunieron para condenar. Tampoco cuando en octubre de 1990 las tropas sirias mataron en ocho horas a setecientos cristianos más. Por toda respuesta, el mundo hizo la vista gorda una vez más.

Y cuando la información se filtra en una nota como ésta (la prensa europea no la menciona jamás) pues los que se enteran argumentan «no haber sabido nada». Pero cuando lo saben tampoco cambian su actitud, enraizada en siglos de prejuicios que los ha entrenado para condenar sólo al judío.

La cacofonía generalizada sobre el Líbano, ahoga las voces solitarias que bregan por murmurar la verdad. El 2 de enero de 2003 Carlos Semprún Maura se preguntaba en sus Crónicas Cosmopolitas «¿Cómo se puede calificar sino de propaganda antisemita seguir manteniendo que Sharon es el responsable de la matanza de Sabra y Chatila, cuando se sabe que es falso, y seguir hablando de la inaudita masacre de Yenín, incluso cuando se sabe que también es falso?»

Si no creéis, pues ved. La ocupación de todo el Líbano por parte de Siria continúa hasta hoy. Ni siquiera Javier Nart, quien se opuso con uñas y dientes a la ocupación de un diez por ciento del Líbano por parte de Israel, tiene ni una sílaba de censura contra la ocupación del cien por ciento del Líbano por el régimen fascista sirio. Es que en su dilatada soberbia, los judeófobos se creen motivados por cuestiones morales. Y criminalizar a Israel es el clímax de su curiosa moralidad.

domingo, febrero 11, 2007

Lucha de clases y conflicto Arabe-Israeli

Esta vez les voy a dejar un artículo de mi propia autoría. Espero que les guste, intenté responder a los pedidos de algunos lectores y no extenderme demasiado. Son tan solo tres páginas de Microsoft Word.
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Buena Prensa, Buen Mundo!

Lucha de clases y conflicto Arabe-Israelí
Es inevitable interpretar los hechos de la realidad según el paradigma ideológico en el cual uno se ubique. Sin embargo el problema hermenéutico surge cuando se intentan aplicar categorías y paradigmas en forma automática, sin el merecido estudio del caso. He aquí un intento de reflexión para el caso del conflicto Árabe-Israelí.

La lectura clasista

En el análisis del conflicto Árabe-Israelí usualmente se presentan al público diversas formas de analizarlo que compiten en explicar la complejidad de la problemática de dicha región. Una de las mas difundidas es la concepción de que lo que se vive en Israel y en Palestina es una lucha entre opresores y oprimidos, entre ricos y pobres. Es decir, una lucha de clases entre el oprimido pueblo palestino y el opresor pueblo judío-israelí (o su eufemismo para evitar sonar neonazi, el opresor sionista).

Esta interpretación de la realidad está arraigada en los análisis de las organizaciones de izquierda de talante marxista-leninista y mediante la difusión ideológica se filtra al resto de los partidos políticos de izquierda con mayor poder electoral, generalmente los socialdemócratas, que usualmente toman de los marxistas solamente algunas ideas, una de las cuales es que hay una lucha entre opresores y oprimidos en este conflicto (generalmente eliminan la categoría de ‘lucha clasista’ ya que la socialdemocracia es una especie de socialismo pequeñoburgués).

Bajo esta perspectiva resulta que las organizaciones palestinas que cometen atentados deliberados contra civiles israelíes no merecen el adjetivo de ‘terroristas’ (adjetivo tan manoseado por la política exterior norteamericana), sino el de ‘resistencia’. Cada negativa por parte de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) a negociar con Israel es interpretada como “un rechazo a las condiciones del opresor”, una especie de valentía de aquél oprimido que recupera la dignidad de gritarle un “NO” rotundo a su opresor. La recíproca posee una interpretación inversa: las negativas de Israel a negociar bajo la lluvia de misiles Qassam disparados por los brazos armados de los interlocutores palestinos representa ante este paradigma ya no la sensatez de quien solicita condiciones mínimas para el diálogo, sino que se erige como la muestra de la inflexibilidad israelí ante la ‘resistencia’ palestina, resistencia que es a su vez adjetivada como “justa”, “popular” y muchos otros calificativos apreciados.

Más aún, no faltan justificaciones a los atentados suicidas palestinos. En palabras de Saramago: “ah, sí, las horrendas matanzas de civiles causadas por los llamados terroristas suicidas... Horrendas, sí, sin duda; condenables, sí, sin duda, pero a Israel le queda aún mucho que aprender si no es capaz de entender las razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba” dejándonos el amargo sabor de boca de pensar como debiéramos llamar al terrorismo suicida de una persona que se ata explosivos al cuerpo y los detona en una cafetería repleta. Pero más allá del adjetivo ‘terrorista’ que alguna izquierda le rehuye para no quedar asociada a Bush, es interesante notar el intento por racionalizar un fenómeno eminentemente irracional como lo es el terrorismo suicida.

Bajo las razones que Saramago dice debemos ser ‘capaces de entender’ está presente la concepción de la relación opresor-oprimido, es decir, la lucha de clases. Volviendo con el texto de Saramago, en la oración previa a la cita del párrafo anterior dice: “Las piedras de David han cambiado de manos, ahora son los palestinos los que las arrojan. Goliat está al otro lado, armado y equipado como nunca lo ha estado soldado alguno en la historia de las guerras”.

Critica a la lectura clasista

Antes de efectuar la crítica a la lectura clasista, debemos sincerar un par de cuestiones: en los medios de comunicación se contrasta la pobreza de los palestinos con el progreso tecnológico israelí. Esta imagen (que es real) contribuye a reforzar los argumentos clasistas. Pero como veremos a continuación, no resiste el menor análisis.

Una sola pregunta basta como para derrumbar la lectura clasista del conflicto Árabe-Israelí: ¿qué clases están luchando? Pregunta no menor, generalmente ignorada por los marxistas-leninistas que hacen del pueblo judío un pueblo-clase, la representación misma de la burguesía. Esta representación no era correcta en los tiempos en que Marx la expuso y, son menos correctas hoy en día, en la que la libertad laboral de los judíos los diseminó por todas las clases, más particularmente en Israel, país capitalista donde los judíos (sionistas) al ser el 80% de la población aseguran que estarán en todos los estratos sociales y sectores productivos.
Así como los marxistas identifican al judío (previamente filtrado mediante el eufemismo de “sionista”) como una identificación del burgués, igualando al sionismo con capitalismo y por ende con su última fase (el imperialismo), del mismo modo identifican al palestino como la antítesis del sionista, es decir, el que se opone al burgués: el proletario, el desposeído. Bajo esta lógica, el palestino efectúa una lucha no solo justa, sino revolucionaria y progresista, mientras que el sionista (ya despojado de toda relación con el judío) debe (por oposición) ser encapsulado bajo una categoría reaccionaria o fascista. En tal paradigma, la lucha que emprende el palestino es desigual y, como proletario que es, es natural que su ‘prole’, sus hijos, sean el único recurso disponible. Incluso el único recurso bélico. Es así como a los ojos marxistas uno es, como solicitó Saramago, capaz de “entender las razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba”. Ante estos ojos, no importa que Israel sea un país progresista, fundado por socialistas y lleno de kibbutzim. "Israel es imperialista con sus kibutzim, y los árabes son socialistas con sus Estados feudales" dijo en forma de protesta Jean-Paul Sartre alguna vez. Supongo que la actual izquierda decidió ignorarlo.

Hasta aquí, la crítica a la lectura clasista todavía ha sido nula. La pregunta acerca de cuales son las clases que luchan sirve para que se vuelva explícito el razonamiento de la izquierda, de modo de poder emprender la labor de impugnación de tan falaces argumentos.
Y es que la verdad reluce al menor rasguño. ¿Acaso alguien vio alguna vez una lucha de clases financiada con dólares de las petromonarquías, en la que el elemento religioso juega un papel fundamental, siendo instigados los actos suicidas desde las mezquitas y las clases altas enquistadas en la cúpula estatal?

¿Qué tipo de lucha de clases es ésta? A ver si comprendemos bien: de los elementos que relucen en las luchas de clase uno de los fundamentales y más despampanantes es ver en el frente de batalla a los más humildes. Eso es lo que la televisión muestra en los reportes que implican un ‘profundo’ análisis de menos de un minuto de duración: niños palestinos, jóvenes palestinos, arrojando piedras, empuñando fusiles, tirando cócteles molotov, todos contra un inmutable blindado israelí. Pero en esta particular “lucha de clases” palestina, de la cual los marxistas del mundo se entusiasman tanto y los progresistas califican de “resistencia”, el principal elemento a considerar es el factor religioso, en particular el extremismo religioso. Los pobres luchan y sufren las balas. Los pobres, pero también los ricos y gente con altos estudios se atan un cinturón de explosivos y se detonan en un autobús israelí al grito de Allah-Akbur (Dios es Grande), siendo el transporte público casualmente un medio utilizado principalmente por las clases bajas israelíes, pero claro, para alguna izquierda no hay judíos proletarios en Israel, ni siquiera hay personas: hay sionistas, totalmente desjudeizados y deshumanizados. Los clérigos musulmanes, desde las mezquitas alientan al odio y a la Yihad en nombre de Allah, con la recompensa de decenas (creo que 72) de vírgenes en el paraíso. Las Autoridades Palestinas, mientras que fugan los millones de dólares de ayuda internacional a cuentas suizas, instan a la población a la shahadá (el atentado suicida, también llamado “martirio”), al sacrificio en nombre de Allah y la Nación Islámica, recompensando a las familias con algunos miles de dólares por los “servicios” de sus hijos, y sacando afiches con la cara de los ‘mártires’. Los canales de televisión oficiales palestinos reproducen los discursos de odio de las mezquitas. Los jeques petroleros se regocijan ante la posibilidad de “borrar esa mancha de vergüenza en el corazón del mundo islámico” que representa Israel, y en su regocijo siguen enviando ‘ayuda’ a sus hermanos palestinos, ‘ayuda’ que consiste en armas, asistencia técnica en explosivos y túneles, etc.

Y la izquierda, apegada a su esquemita de opresores-oprimidos se entusiasma con el primer dictadorzuelo que le levanta la voz a EEUU, olvidando que antes de resolver la cuestión de la alienación económica que produce la existencia de clases, debe tener lugar la desalineación religiosa, que produce fenómenos que Saramago intenta racionalizar, como son los atentados suicidas.

Y es que la racionalización de un acto profundamente irracional y basado en la fe religiosa (al punto de ser fundamentalista) no puede ser explicado desde la racionalidad europea-occidental. Se inmolan en nombre de Allah, no en nombre de la justicia social. Es un acto de fe, no un acto racional.

Eso es lo que la izquierda que efectúa una lectura clasista debe comprender.

martes, febrero 06, 2007

Ensayo sobre la Ceguera de Saramago

Aquí les dejo las palabras de Yoel Schwartz, que además de israelí es sociólogo y profesor de historia, en respuesta a un texto de Saramago respecto al conflicto arabe-israelí.
Hago propias cada una de las palabras de Schwartz. En el orden de exposición, primeramente pondré el texto de Saramago, luego una carta de Yoel Schwartz y finalmente la respuesta de Schwartz. Como siempre, las negritas y los colores son puestos por mí, y son las partes a las que le presté especial enfásis.

Saludos!
Buena Prensa, Buen Mundo!
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De las piedras de David a los tanques de Goliat
por José Saramago. Escritor portugués, premio Nobel de Literatura de 1998.
© Parlamento Internacional de Escritores.
Publicado en “El País”, Madrid, 21/4/2002

Afirman algunas autoridades en temas bíblicos que el Primer Libro de Samuel se escribió en la época de Salomón o inmediatamente después; en cualquier caso, antes del cautiverio en Babilonia. Otros estudiosos no menos competentes afirman que no sólo el Primero sino también el Segundo Libro de Samuel se redactaron después del exilio de Babilonia, y que su composición obedece a lo que la estructura histórico-político-religiosa denomina esquema deuteronomista, es decir, sucesivamente, la alianza de Dios con su pueblo, la infidelidad de ese pueblo, el castigo de Dios, la súplica del pueblo, el perdón de Dios. Si el venerable texto procede de la época de Salomón, podemos decir que sobre él han pasado hasta hoy, en números redondos, unos tres mil años. Si los redactores llevaron a cabo su trabajo después de que los judíos regresaran del exilio, entonces hay que restar a ese número unos 500 años, mes más, mes menos.

Esta preocupación por el rigor temporal tiene como único propósito proponer a la comprensión del lector la idea de que la famosa leyenda bíblica del combate entre el pequeño pastor David y el gigante filisteo Goliat (que no llegó a producirse) se cuenta equivocadamente a los niños, por lo menos, desde hace 25 o 30 siglos. A lo largo del tiempo, las diversas partes interesadas en el asunto han ido elaborando, con la conformidad acrítica de más de 100 generaciones de creyentes, tanto hebreos como cristianos, toda una engañosa mistificación sobre la desigualdad de fuerzas que había entre los brutales cuatro metros de altura de Goliat y la frágil complexión física del rubio y delicado David. Dicha desigualdad, enorme según todas las apariencias, quedaba compensada e invertida a favor del israelita gracias a que David era un muchacho astuto, y Goliat, una estúpida masa de carne; tan astuto era el primero que, antes de ir a enfrentarse al filisteo, encontró en la orilla de un riachuelo que había por allí cerca cinco piedras lisas, que metió en la alforja; tan estúpido el otro, que no se dio cuenta de que David llegaba armado con una pistola. Que no era una pistola, protestarán, indignados, los amantes de las verdades míticas soberanas, que era simplemente una honda, una humildísima honda de pastor, como las que habían utilizado en tiempos inmemoriales los criados que tenía Abraham para cuidar el ganado. Es verdad, no parecía una pistola, no tenía cañón, no tenía culata, no tenía gatillo, no tenía cartuchos; lo que tenía eran dos cuerdas finas y resistentes, atadas por los extremos a un pequeño pedazo de cuero flexible, en cuyo hueco la mano experta de David colocó la piedra que, desde lejos, partió veloz y poderosa como una bala contra la cabeza de Goliat, le derribó y le dejó a merced del filo de su propia espada, que ya empuñaba el diestro tirador. Si el israelita consiguió matar al filisteo y dar la victoria al ejército de Dios vivo y de Samuel, no fue por ser más astuto, sino simplemente porque llevaba consigo un arma de largo alcance y sabía manejarla. La verdad histórica, modesta y nada imaginativa, se conforma con enseñarnos que Goliat no tuvo ni siquiera la posibilidad de poner las manos encima de David; la verdad mítica, insigne fabricante de fantasías, nos embaucó hace 30 siglos con el maravilloso cuento del triunfo de un pequeño pastor sobre la brutalidad de un guerrero gigantesco al que, al final, de nada sirvió el pesado bronce del casco, la coraza, las espinilleras y el escudo. Sea cual sea la conclusión que podamos sacar del desarrollo de este edificante episodio, David, en las numerosas batallas que le convirtieron en rey de Judá y Jerusalén y extendieron su poder hasta la margen derecha del Éufrates, no volvió a usar la honda ni las piedras.

Tampoco las usa ahora. En los últimos 50 años han crecido hasta tal punto las fuerzas y la dimensión de David, que ya no es posible ver y reconocer diferencias entre él y el altivo gigante; incluso puede decirse, sin ofender la deslumbrante claridad de los hechos, que se ha convertido en un nuevo Goliat. David, hoy, es Goliat, pero un Goliat que ya no carga con armas de bronce inútiles y pesadas. Aquel rubio David de antaño sobrevuela en helicóptero las tierras palestinas ocupadas y dispara misiles contra inocentes desarmados, aquel delicado David de otrora tripula los tanques más poderosos del mundo y aplasta y revienta todo lo que encuentra a su paso, aquel David lírico que cantaba loas a Betsabé, encarnado ahora en la figura gargantuesca de un criminal de guerra llamado Ariel Sharon, lanza el 'poético' mensaje de que primero es preciso acabar con los palestinos para después negociar con los que queden. En pocas palabras, en esto es en lo que, con ligeras variaciones meramente tácticas, consiste desde 1948 la estrategia política israelí. Intoxicados mentalmente por la idea mesiánica de un Gran Israel que haga por fin realidad los sueños expansionistas del sionismo más radical, contaminados por la monstruosa y arraigada 'certeza' de que en este mundo catastrófico y absurdo existe un pueblo elegido de Dios y que, por tanto, están automáticamente justificadas y autorizadas, en nombre de los horrores del pasado y de los miedos de hoy, todas las acciones nacidas de un racismo obsesivo, psicológica y patológicamente exclusivista, educados y formados en la idea de que cualquier sufrimiento que hayan infligido, inflijan o vayan a infligir a los demás, especialmente a los palestinos, siempre será inferior a los que ellos padecieron en el Holocausto, los judíos arañan sin cesar su propia herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable, y la muestran al mundo como si se tratase de una bandera. Israel se adueña de las terribles palabras de Dios en el Deuteronomio: 'Míos son la venganza y el pago'. Israel quiere que todos nosotros nos sintamos culpables, directa o indirectamente, de los horrores del Holocausto; Israel quiere que renunciemos al más elemental juicio crítico y nos transformemos en un eco dócil de su voluntad; Israel quiere que reconozcamos de iure lo que, para ellos, es ya un ejercicio de facto: la impunidad absoluta. Desde el punto de vista de los judíos, Israel no podrá ser nunca sometido a juicio, porque fue torturado, gaseado e incinerado en Auschwitz. Me pregunto si aquellos judíos que murieron en los campos de concentración nazis, aquellos que fueron perseguidos a lo largo de la historia, aquellos que murieron en los pogromos, aquellos que quedaron olvidados en los guetos, me pregunto si esa inmensa multitud de desgraciados no sentiría vergüenza al ver los actos infames que están cometiendo sus descendientes. Me pregunto si el haber sufrido tanto no sería el mejor motivo para no hacer sufrir a los demás.

Las piedras de David han cambiado de manos, ahora son los palestinos los que las arrojan. Goliat está al otro lado, armado y equipado como nunca lo ha estado soldado alguno en la historia de las guerras, aparte, claro está, del amigo norteamericano. Ah, sí, las horrendas matanzas de civiles causadas por los llamados terroristas suicidas... Horrendas, sí, sin duda; condenables, sí, sin duda, pero a Israel le queda aún mucho que aprender si no es capaz de entender las razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba.
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Pues ahora les dejo la carta y la respuesta de Yoel Schwartz:

Amigos:
El Domingo 21/4, mientras en São Paulo la comunidad judía hacía historia movilizando mas de 9000 personas en la calle para protestar contra el antisemitismo, el terror y pregonar la paz para Israel, en Madrid el periódico El Pais publicaba un nuevo artículo de opinión del escritor portugues José Saramago. Que a Saramago no le guste Israel no debe sorprendernos, después de las declaraciones en las que comparaba Ramalla con Auschwitz. Que Saramago se vaya hasta la Biblia para encontrar allí las raices de la actitud israelí hacia los palestinos, ya me pareció harina de otro costal: me trae recuerdos de argumentos que leimos de viejos tratados en latín, rubricados por los padres de la Iglesia. Ese odio es el que me pareció necesario contestar.
He enviado una copia de mi respuesta a "El Pais", quiens por ahora no han respondido, y dudo que lo hagan. Pero de cualquier modo he decidido dar publicidad a mi respuesta, por entender que por otros medios es importante no callar frente a la infamia. Lo hago tambien como un viejo admirador del escritor Saramago, y como un indviduo que mas o menos continua reivindicando lo que en Israel llamamos la cultura de la "izquierda", por lo que o todo el mundo tiene que gustar de mi respuesta, que la firmo yo y no en representación de nadie.
Quien le apreveche, que lo divulgue!
Yoel
Ensayo sobre otra ceguera
Respuesta al artículo "De las piedras de David a los tanques de Goliat" de José Saramago, publicado en “El País”, Madrid, 21/4/2002
por Yoel Schvartz, sociólogo y profesor de historia, israelí.

Si los libros de Samuel (I) y (II) fueron escritos durante la época de Salomón o algunos siglos después, al retorno del cautiverio de Babilonia; o aún durante el cautiverio como hay quien afirma; e inclusive si fueron reeditados y trabajados en tiempos posteriores hasta llegar a su versión mas o menos final, traducida del hebreo para el griego en la época alejandrina, poco importa a la hora de analizar el mito. El escritor comunista judío alemán Stephen Heym ya nos enseñó, en su genial “Informe sobre el Rey David”, lo afirmado por los estudiosos más serios del tema, es decir que la crónica bíblica, como cualquier crónica histórica, está formada por gruesas capas de subjetividad, de intereses, de humores y de aquello que otro pensador judío alemán solía llamar de “Ideología”. En rigor, no tenemos otro instrumento para desvendar las tinieblas de la “verdad histórica” que el propio texto, y cualquiera que minimamente ha dedicado horas al estudio crítico de textos históricos sabe hasta que punto estos son frágiles. Basta por ejemplo que un corrector de pruebas de imprenta agregue la palabra NO a una frase para que la crónica histórica cobre una dimensión totalmente diferente, y sean precisas cientos de páginas para convertir el error en verdad, y la incongruencia en coherencia, y explicar como de todas formas fue tomada Lisboa sin la ayuda de los Cruzados.

Entonces, para qué precisa José Saramago preocuparse por el “rigor temporal” en su relato de la batalla “que no llegó a producirse” entre David y Goliat? Acaso tiene otro texto que oponer al primero, (como a veces los historiadores hacen, al comparar dos fuentes e identificar, por una regla lógica no siempre correcta, la mas temprana como la más cercana a la “verdad histórica”)? Acaso no pretende discutir y contestar el mito? Acaso el texto que él analiza y en el que David junta cinco filosas piedras del río para enfrentar al gigante Goliat, no estaba presente por lo menos en los últimos veinte siglos?
Qué nos quiere hacer pensar que “descubrió” José Saramago en el texto bíblico?. Me temo que la “modesta y nada imaginativa” verdad es que no descubrió nada. Simplemente, se limitó a recrear una metáfora para explicar el presente. Para eso, era preciso extrañar lo obvio, crear la sensación de que hay una “verdad” oculta para ser desentrañada. Y a partir de esa sensación, todo deja de ser historia y pasa a ser presente. Ya aprendimos con Croce que toda época escribe la historia sobre sí misma, pero debemos esperar y exigir de los cronistas que téngan la honestidad de reconocerlo, de asumir el carácter limitado e interpretativo de su crónica, y en todo caso de no esconderse detrás del rancio paradigma rankiano de la “los hechos como fueron”, principalmente cuando no tienen otra herramienta de trabajo que los mismos gastados textos.

Que hace Saramago con el texto bíblico? Muy poco, apenas lo adjetiva. Goliat es para Saramago, “brutales cuatro metros”, una “estúpida masa de carne”. Nada de esto está en la Biblia. Goliat era un “campeón” de los filisteos, en ninguna parte la Biblia lo cataloga de estúpido. Por lo contrario, es muy lógico pensar en un militar fogueado, experimentado, veterano de batallas y enfrentamientos. El catálogo de sus armas y pertrechos así parecería indicarlo. Solo en la estética de Holywood los grandotes son también estúpidos, y no creo que el insigne escritor portugués sea afecto a esa estética.

Saramago hace otra cosa con la historia: la saca de contexto. Así, por alguna razón, el enfrentamiento es entre David “el astuto” y Goliat el grandullón idiota. No entre israelitas y filisteos. Pero David y Goliat, los históricos, si es que alguna vez se enfrentaron en el valle de Elá, no eran metáforas de pueblos sino soldado uno, aspirante a héroe el otro. Con una causa y una bandera los dos.
En una época en que las palabras importaban, en que los maldecidos eran efectivamente malditos y los bendecidos efectivamente benditos por la palabra, salió del campamento filisteo un oficial armado hasta los dientes, con escudero para llevarle las armas, y en su boca una peligrosa apuesta para ofrecer a los contendientes israelitas: “Mandad vuestro campeón a luchar conmigo, si él me mata seremos vuestros siervos; mas si yo lo mato seréis nuestros siervos a partir de ahora” (Samuel XVII, 7-11). La historia que así comienza puede ser un mito, pero es un mito de lucha por la libertad, de atávico rechazo a la servidumbre en un tiempo en que pueblos eran diezmados y esclavizados constantemente.

David, el adolescente astuto, juntó efectivamente cinco filosas piedras y las usó como sabía. La otra opción de David era suicidarse a mano limpia peleando contra un soldado fuerte, experimentado, que aterrorizaba las tropas del rey Saúl con su sola presencia (Samuel XVII, 11). La “verdad histórica, modesta y nada imaginativa”, es que David decidió no suicidarse, y en el camino liberar su pueblo del peligro de una nueva y talvez definitiva servidumbre.
Tal vez erró... De haberse suicidado, es posible que el sentido de justicia de José Saramago se vería aplacado.

Es esa vocación suicida la que José Saramago no encontró en David ni encuentra en el Estado de Israel. Es esa incapacidad de Israel de permanecer pasivo cuando siete ejércitos lo atacaron en 1948 la que enerva. Es esa inexplicable terquedad israelí de no confiar en la buena voluntad del mundo la que molesta.

Es esa vocación suicida la que cierta izquierda bienpensante hoy reclama, amparada en la pésima imagen de Ariel Sharon para decir lo que en realidad no ha dejado de pensar nunca: que desde 1948 la estrategia política israelí es el exterminio de los palestinos. Que los judíos [sic.] arañan sin cesar su propia herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable y la muestran al mundo como si se tratase de una bandera. “Israel... quiere que todos nos sintamos culpables, directa o indirectamente, de los horrores del Holocausto...”.

Israel, Sharon, “los judíos”: hasta el lector mas desavisado entiende que es todo lo mismo.

Los que arañan la herida, tal vez debieran, a sugestión de Saramago, dejar la herida cicatrizar?
La herida, vale la pena decirlo, es el genocidio planificado y ejecutado de un tercio de su pueblo, frente a la pasividad de parte del mundo civilizado y la complicidad de otra parte. Tal vez “los judíos” de Saramago debieran renunciar a pretender que todos se sientan directa o indirectamente culpados del crimen que cometieron efectivamente hace solo cincuenta años y que las mentes más lúcidas de Europa han reconocido como propio.

Seria interesante en todo caso, escuchar a José Saramago, en nombre del elemental juicio crítico que reclama para sí, sugerir este consejo paternal a las madres de Plaza de Mayo, a los escasos descendientes de los indios diezmados en Potosí o en México, a las viudas, hijas y madres forzadas, humilladas y obligadas a presenciar el asesinato a mansalva de sus maridos y padres e hijos en Bosnia. Que José Saramago convide a cicatrizar las heridas de los armenios, de los kurdos, de los shiitas de Irak y de tantos otros, y ahí sí, también de “los judíos”.

Israel es culpado de no haber corrido la trágica suerte que la “Historia” le tenia reservada, culpado de no haberse suicidado agradeciendo de paso cada golpe de la mano caritativa de su verdugo como, cuentan, se esperaba que hiciesen los relajados arrepentidos en las hogueras del Santo Oficio, para quizás así ganar que les retuerzan el pescuezo antes de ser consumidos por las llamas. Israel existe porque los enervantes “judíos” no aceptaron el destino de fósil histórico al que los señores Hegel, Toynbee, Stalin y otros los habían condenado.

Que Israel tenga un ejército y esté preparado para la guerra es un hecho trágico, pero justificable en este mundo que, al decir de Borges, ha “sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras”. Que los palestinos no tengan uno, es una tragedia aún mayor, y los principales responsables son los que dijeron NO a la decisión de crear dos Estados para dos pueblos en 1947, es decir los propios líderes palestinos.

Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver y en el discurso de Saramago, detrás de la conmiseración con el destino palestino casi no hay palestinos. Solo hay un bulto oscuro y brutal, “los judíos”.
La ceguera de Saramago lo lleva, como amarrado por propia voluntad al fondo de una oscura caverna, a ver una masa uniforme (“los judíos”, Israel, Sharon) allí adonde hay diversidad y debate.

Lo lleva a denominar “ligeras variaciones meramente tácticas” los acuerdos de Paz que Israel firmó con Egipto, reconociendo de paso la legitimidad de los derechos del pueblo palestino ya en 1979, y comprometiéndose- como efectivamente cumplió- a desocupar hasta el último grano de arena de Sinai.

Lo lleva a ignorar los ofrecimientos israelíes en Camp David en 2000 y en Taba en 2001, que si no colmaban las aspiraciones palestinas al menos eran una base justa para continuar negociando, y que fueron rechazados nuevamente por un liderazgo palestino que tenia una opción mejor y más justa para su pueblo, que es la que estamos viendo ahora en la CNN.

Lo lleva a ignorar la existencia del movimiento pacifista israelí y la inexistencia del movimiento pacifista palestino.

Lo lleva a desconsiderar que Israel efectivamente desocupó ciudades y tierras, permitió la entrada de armas y munición que luego serian usados contra él, firmó acuerdos comerciales e impositivos con el futuro Estado palestino que Arafat decidió no recibir en bandeja de plata, sino obtener a sangre y fuego.

Lo lleva al ridículo de decir que las piedras de David hoy son arrojadas por los palestinos: habrán sido piedras las que estallan en restaurantes, confiterías, hoteles y ómnibus?

Lo lleva a recordar a último momento –“Ah, si, las horrendas matanzas de civiles causadas por los llamados [sic.] atentados suicidas...”- y a dejarnos picando en el área la pregunta de cómo deberíamos llamarlos.

Lo lleva a encargarle a Israel la tarea de entender las “razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba”. Para Saramago no existe Hamas ni Tanzim, Arafat nunca renunció a la mesa de negociaciones, provocando la caída de un gobierno moderadamente conciliador y la llegada de un gobierno radicalmente belicista, como era de esperar en una situación bélica.

Su visión no le alcanza para repartir un poco mas equitativamente las culpas y las responsabilidades, ya que la tesis del soborno culposo de Israel al mundo civilizado lo explica todo.

Saramago se pregunta si el haber sufrido tanto no seria el mejor motivo para no hacer sufrir a los demás. Si, sin duda, es el mejor motivo para eso, pero nadie habló de inmolarse en cumplimiento de esa premisa. No sé que opinarían los judíos que murieron en los campos de concentración y que Saramago invoca, entre otras muchas razones porque están efectivamente muertos y no pueden hablar, pero intuyo que no me recomendarían suicidarme en nombre de una justicia universal que, como ya dijo alguna vez el Dr. Martín Luther King Jr. abarca a todos los pueblos de la tierra menos a uno, el judío.

Ahora sería el momento de hacer una concesión a los bienpensantes y contar que escribo esto A PESAR de integrar hace casi dos décadas el campo pacifista en Israel y otras cosas que no diré, simplemente porque no son relevantes. Los judíos israelíes luchamos por la supervivencia de nuestra sociedad democrática, en la que José Saramago puede ser un escritor admirado, en la que le preguntaron a su editor si había pensado en suspender la venta de sus libros debido a sus polémicas declaraciones y declaró que ni se la había cruzado por la cabeza semejante estupidez, una sociedad que se enorgullece de ser la única en el mundo que sacó negros de África no para hacerlos esclavos sino para darles la libertad.

Una sociedad que no es mas “exclusivista” que Francia, ni tiene una conciencia de “pueblo elegido” mas acendrada que la de Inglaterra, ni carga en su historia el pesado fardo de haber construido un imperio sobre el genocidio de los nativos americanos como España, o de haber construido otro imperio sobre la esclavitud negra, como Portugal. Que carga si, y lo sabe, una parte de la responsabilidad por el sufrimiento del pueblo palestino (junto con varias otras sociedades que nunca hasta hoy se han dado por aludidas) pero que no por eso está dispuesta a renunciar a la vida, o a asumir nuevamente las culpas colectivas de la humanidad, papel que “los judíos” han tenido reservado durante siglos, por lo menos desde San Agustín.
Una sociedad que ya sabe que al final de tanta sangre habrá un Estado palestino y tendrá que convivir con él.

Una sociedad que tiene poderosos enemigos internos y tal vez, en el futuro, un duro enfrentamiento por su carácter y su alma, pero que hoy está en guerra con quienes abiertamente proclaman su destrucción. En la que subsisten fuerzas oscurantistas, y un radicalismo exclusivista no muy diferente del que hoy levanta la cabeza en Europa. Pero ese radicalismo, en Israel, se alimenta de la guerra y crece a cada nuevo atentado, a cada nuevo hombre bomba. Y puede ser fácilmente barrido por la historia con la llegada de la paz.

Saramago, con su capacidad y sensibilidad para comprender los hombres bomba, debería poder también comprender esto.

sábado, febrero 03, 2007

Borrar a Israel del Mapa

Aquí les dejo el discurso entero (en inglés) que dio Mamhmoud Ahmadinejad el 26 de Octubre del 2005 en una conferencia estudiantil en Teherán llamada (en inglés, para difusión internacinoal) "A World Without Zionism". Para los que no saben inglés, en ese discurso dijo (y obviamente nunca rectificó) cosas como éstas:

"Esta teniendo lugar una batalla histórica entre el Mundo Opresor y el Mundo Islámico, y las raíces de este conflicto se remontan a siglos atrás"... ...."Desafortunadamente, en los ultimos trescientos años, el Mundo Islámico ha estado en retroceso frente al Mundo Opresor"

Yo recuerdo que hace 300 años comenzó la epoca mas gloriosa del mundo, el Iluminismo, las ideas democraticas, Locke, Rousseau, el avance cientifico, el progreso.... la modernidad. Interesante fecha eligió Ahmadinejad para señalar el retroceso del Islam frente al "mundo opresor".

"Por ende, la batalla que tiene lugar hoy en Palestina es la primera línea del conflicto entre el Mundo Islámico y el Mundo Opresor"... ..."Hoy, la Nación Palestina esta luchando al Mundo Opresor en nombre de la Nación Islámica"... ..."Muchos están sembrando semillas de derrota y desesperanza en esta guerra a todo o nada entre el Mundo Islámico y el Frente Infiel, deseando descorazonar al Mundo Islámico"

"Nuestro querido Imam Ruhollah Khomeini ordenó que el régimen ocupante de Al-Qods (Jerusalém) sea borrado de la faz de la tierra. Fue una declaración muy sabia. La cuestión en Palestina no es un tema en el que podamos hacer algún compromiso pacífico... Eso significaría nuestra derrota."

"...Hace 27 o 28 años, ellos [el Mundo Opresor], tomó un importante paso en ese sentido [el reconocimiento de Israel], y desafortunadamente, uno de los paises del frente de batalla cometió el error, y esperamos que este país (Egipto) lo rectifique..."

"La cuestión Palestina solo será resuelta cuando TODA PALESTINA caiga bajo el mandato Palestino, cuando todos los refugiados retornen a sus hogares, y cuando un gobierno popular sea elegido por los palestinos. Por supuesto, aquellos que hallan venido a esta tierra desde lejos para saquerla (Nota BP: léase, los judíos de Israel) no tienen ningún derecho a participar en el proceso de toma de decisiones palestino"

"Les advierto a todos los líderes del Mundo Islámico que se cuiden de esta conspiración [la de reconocer al Estado de Israel]. Si alguno de ellos toma un paso hacia el reconocimiento de este régimen (Israel), ardera en el fuego de la Nación Islámica y tendrá la verguenza eternamente estampada en su frente"

Pese a tan claras palabras, algunos afirman que fue un exabrupto. Tal fue el caso del periodico argentino Clarín (el de mayor tirada nacional). Otros (Rebelion.org), haciendo gala de una capacidad creativa aún mayor, dicen que el presidente Iraní no dice que Israel debe ser borrado del mapa en una conferencia llamada "Un Mundo sin Sionismo", sino que presagia su desaparición. Que desaparecerá como desapareció la URSS, que desaparecerá como desapareció el gobierno del Shá Iraní (previo a la Revolución Ayatoallah de Khomeini), como desapareció el régimen de Saddam Hussein. Eso es clara manipulación, y deshonestidad intelectual (cosa típica de Rebelión). Mahmoud Ahmadinejad no solo esta presagiando la destrucción de Israel. No solo está diciendo que Israel va a ser borrado del mapa. También esta diciendo que está bien que Israel sea aniquiliado. Está diciendo que "son ellos contra nosotros". Y no solo está dando mensajes de odio y destrucción: los está inculcando. Y mas aún: los está financiando. Irán financia a los grupos terroristas que luchan contra la existencia de Israel.

Lo que estos mentirosos de Rebelión quieren hacerle creer a sus (adictos) lectores es que Mahmoud Ahmadinejad es un simple hombrecito que dice que el devenir historico de Israel es desaparecer del mapa y nada más. O mejor dicho, aducen que la traducción correcta es que "el regimen de ocupación debe desaparecer de la arena de los tiempos" o según otras traducciones "de las páginas de la historia". ¿Cual es la diferencia? Si uno lo reflexiona bien, ninguna. Pero al lector distraído le simulan toda una conspiración en contra de las declaraciones de Ahmadinejad. Es como pretender justificar a Hitler diciendo: "es mentira que Hitler haya dicho que hay que gasear a los judíos de Europa con Ziklon B. Él dijo que esas ratas especuladoras que se esparcen como virus sobre la pureza de la nación alemana debían desaparecer de la faz del Tercer Reich".
Mas allá del sarcasmo, resulta interesante la traducción "desaparecer de la arena de los tiempos", y me inclino a pensar que posiblemente haya utilizado esas palabras, dado que en el logo de la conferencia había un reloj de arena en el cual Israel figura cayendo del mismo.

Mas adelante, estos hipocritas de Rebelión dicen que Ahmenidejad nunca habla de eliminar a Israel, sino al 'régimen de ocupación'; cito a rebelión: "pero el hecho de sustituir una demanda de eliminación “de un régimen” por una demanda de la supresión de un estado constituye una grave falsedad y una peligrosa demagogia". Perdón que sea insistente, pero ¿cual es la diferencia? Ahmadinejad llama a Israel un regimen de ocupación, y luego pide por la eliminación del regimen de ocupación (que para Ahmadinejad es la mera existencia de Israel, no confundir con la ocupación de Judea y Samaria). Pero para los obtusos de Rebelión esto no es lo mismo. Ellos interpretan que Ahmenidejad dice que "el régimen" "desaparecerá de la arena de los tiempos", pero que esto no implica que vaya a desaparecer el Estado de Israel. Tan sólo se va a pasar a llamar "Palestina", va a ser un Estado Islámico y no le va a otorgar derechos a los judíos que allí vivan. Pero (según Rebelión), "al Estado de Israel no le pasará nada". Y que Ahmadinejad simplemente "presagia" la desaparición "del régimen". Ah... y cierto:


Aunque Rebelión no lo diga, Irán también financia a la (digamoslo bien de una vez por todas) guerra en contra de la mera existencia del Estado de Israel, en lo que ellos consideran es Waqf Islámico, es decir, tierra dada como dotación a todas las generaciones de musulmanes hasta el Día de la Resurrección.

En fin, espero que algún lector de Rebelión se digne a hacer alguna defensa al menos...

Para concluir, quiero mostrarles la respuesta de la Comunidad Internacional a las declaraciones de Ahmadinejad. Aquí está el artículo que las resume.

Igualmente este tipo de amenazas por parte de Irán no son nada nuevo. Digo esto, para que no se cometa el "error" que cometió Clarín de decir que esto fue un "exabrupto". He aquí un breve listado de amenazas iraníes a Israel y al resto del mundo.

Saludos a todos,
Buena Prensa y Buen Mundo!
 
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